26 ENE 2024

Conversión de San Pablo

Jueves 25 de enero del 2024

Conversión de Saulo de Tarso

Hch. 22,6-16; 26,12-18

Pbro. Fernando Hernández B. 


Mis queridos hermanos y hermanas


A mí San Pablo me impresiona, de mil formas.  San Pablo era un hombre, espectacular, que lo tenía todo.  Tenía poder político, poder religioso y tenía una posición social alta.  Era ciudadano romano y ciudadano judío.  Algo así como tener ciudadanía estadounidense  y costarricense.  El  hombre lo tenía todo.  Pero además, se había convertido al judaísmo, porque él era de la ciudad romana de Tarso.  Tanto así, que él perseguía a los cristianos no porque fuera un hombre malo, sino porque  creía que eran una amenaza para la religión judía.  El tenía una misión: creía que tenía sabiduría y  que todo lo sabía.  Tenía luz.  


Sucede que cuando  este hombre, va para Damasco a traer presos a los cristianos y va en  su caballo.  Tener un caballo fino, en esa época era signo de poder.   Él  iba en su caballo, poderoso, soberbio, orgulloso, con cartas legales que lo acreditaban. «Aquí voy yo y nadie me detiene».  Y de pronto se cae del caballo.  Caerse del caballo es un signo de pérdida del poder. Sentirse indefenso.  Sentirse impotente. Y además, queda ciego: una luz que resplandeció lo dejó ciego. Toda la luz que Pablo tenía, ahora ya no la tiene.  Toda la sabiduría que creía tener, ya no la tiene.  Todo lo que consideraba  que era correcto, ya no lo era.  De pronto le cambiaron todos los paradigmas. Todo en lo que creía dejó de tener sentido.


Y Pablo escucha una voz.  Cuando él pregunta ¿Quién eres tú?  La voz le responde:  «Yo soy Jesús, a quien tu persigues».   Persigues a la Iglesia, me persigues a mí.


Y a partir de ese momento, Pablo comienza su conversión.  Pero no fue una conversión cualquiera.  Pablo inició un proceso: se fue donde hombre llamado Ananías, después recobró la vista, luego se bautizó, y después se fue al  desierto.  Es más, Pablo estuvo como ocho años, preparándose para salir a predicar a las comunidades.  No fue que recibió un cursito del padre Fernando, de tres semanas. El gran Pablo se preparó ocho años.  Y entonces se convierte de perseguidor a proclamador de Jesucristo, el que ha resucitado y que vive en medio de nosotros.  Y proclama que Jesucristo ha resucitado en medio de todos los pueblos.  Y Pablo entonces se dedica a visitar todos los pueblos paganos, habidos y por haber, y se convierte en el misionero entre los no creyentes y les anuncia que Jesucristo es el Hijo de Dios,  y está vivo.  Y ese mensaje nos ha llegado hasta nosotros:  «Jesucristo está vivo»


Podemos concluir algunas cosas.  Una  cosa es ver el mundo desde el caballo, y otra cosa es ver el mundo cuando uno está tirado por el suelo. Una cosa es que le reclamen a uno por qué sufre y otra cosa es pasar el problema  uno mismo.  Uno puede aconsejar al otro «tenga fe, esté tranquilo, tenga fe en Dios»  pero para el que está pasando el dolor en su corazón no es tan sencillo. Entonces una cosa es ver las cosas desde arriba del caballo y otra cosa es verlas desde el suelo donde está el que sufre está caído.  


Por otro lado, una cosa es tener luz y otra es verlo todo como oscuridad..


Otra cosa que vemos en este episodio, es que Pablo inicia un camino de conversión.   Yo decía el domingo en la misa algo sobre la conversión  que podemos ver sobre esta situación de San Pablo:  En este texto Pablo inicia su conversión. Pero era un camino.  Incluso Pablo dijo   «me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera»  Siendo el gran Pablo, también dijo  «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.   


Por eso el domingo les decía que uno no puede decir «ya me convertí, cambié de religión»  o «hice un retiro espiritual y me convertí».


Yo no me convertí.  Yo he iniciado un camino de conversión.    Y en ese camino de conversión voy descubriendo a Jesucrista, cada día en mi vida, como aquel que me da la vida, la salvación.  Como aquel que está presente en mi vida. Así, puedo ir siendo fortalecido en este camino de conversión, cuando estoy tirado en el suelo, cuando no veo las cosas claras.  Entonces Jesucristo se convierte en mi luz.


Y cuando estoy tirado por allá, es Jesucristo quien me dice «Levántate y ven».


Es aquí donde radica y parte  nuestra fe, porque en ese camino de conversión, como Pablo, vamos descubriendo quién es Jesucristo en mi vida.  


Así voy descubriendo que Jesucristo es aquel en quien yo me fío...    «Yo sé en quién me he confiado» dice San Pablo.  Y también dice «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»   O  «Ya no soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí»    o   «Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento»  


Eso es la conversión: ir cambiando todo lo que creía valioso por lo que es valioso de verdad:  Cristo Jesús.


Pero fíjense hermanos, que como Pablo, nosotros lo descubrimos en el Santísimo Sacramento del Altar,  y descubriéndolo, le confiamos nuestra vida.


«Señor, a veces estoy arriba, pero a veces estoy en el suelo  lleno de oscuridad,  lleno de impotencia,  lleno de angustia, lleno de sufrimiento, lleno de problemas, dificultades en mi familia, en mi trabajo... y por eso vengo a tí, porque Pablo me ha enseñado con su testimonio que Tú está vivo en medio de nosotros, que Tú  nos fortaleces y que Tú nos ayudas»


Y qué lindo venir a la Hora Santa, con la certeza de que yo le puedo poner todo en las manos del Señor, para que él me ayude y me bendiga en todas las necesidades, y aquellas súplicas, que de verdad, de corazón, pongo en sus manos, cuando siento que mi vida a veces vale poco o casi nada. Cuando a veces siento que,  caído del caballo, mi corazón está hecho añicos, en miles de pedacitos que no puedo ni juntar para medio reordenarme. El Señor, que todo lo puede, entendiendo y sabiendo cuál es mi corazón, sí puede ayudarme a salir adelante constantemente y día a día.  En este camino de conversión, cada día, con más confianza,  voy poniendo toda la vida mía, mis súplicas, todo cuanto hablo y cuanto hago,  en las  manos del Señor.


Cada petición por su familia, por el enfermo,  por el sufrimiento, por la vida que estamos llevando, por el dolor que estamos sintiendo, todo eso, hoy se lo ponemos en las manos del Señor, que cuando nos baja del caballo, nos dice:  «No eres tú, sino mi fuerza y mi poder, quien te levanta»


Así sea.


Escribir un comentario

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación costarricense, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas.