Domingo 3º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
21 de Enero del 2024
Jonás (3,1-5.10)
Sal 24,4-5ab.6-7bc.8-9
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7,29-31
Evangelio según san Marcos (1,14-20)
Pbro. Fernando Hernández Barboza
Mis queridos hermanos y hermanas
En este tercer domingo del tiempo ordinario, ya después de la Navidad, desde hace cuatro años se viene celebrando el día de la Palabra de Dios. Así lo ha pedido el Papa Francisco, quien nos ha insistido que la Palabra de Dios debería ser como de «bolsillo», como se anda un mapa o un diccionario... siempre lista para consultarla.
Cada domingo escuchamos esta Palabra de Dios y cada domingo nos orienta, nos guía, nos enseña, nos acompaña, nos fortalece, nos da sabiduría.
Pues esa Palabra nos llama hoy a la conversión y al seguimiento. Ya desde la primera lectura, en el libro de Jonás, el Señor lo envía al pueblo de Nínive. Un pueblo pagano . Y aquel pueblo escuchando la Palabra de Dios, cambia, se convierte, como un signo de que la salvación es para todos los pueblos. Y que todas las personas, no importa su condición, pueden estar atentos al llamado del Señor.
Esto se ratifica en el Evangelio de San Marcos, cuando Jesús, una vez que arrestaron a Juan el Bautista, se fue a Galilea, a predicar el Evangelio, a predicar la Buena Noticia a todos quienes le escuchaban: el Reino de Dios está cerca, la presencia de Dios, con su salvación, está en medio de nosotros.
Y por eso, Jesús dice: «Arrepiéntanse y crean en el Evangelio». Un llamado a la conversión. Pero,¿qué es la conversión? La conversión no debe verse como una cuestión obligatoria, una imposición. Yo estoy mal y debo estar bien, es una cuestión de «cambio». Cuando yo tengo unos colones y los paso a dólares, podemos decir que eso es una conversión. Es un cambio. Pero en nuestro caso es un cambio hacia la vida de Dios.
Pero con Jesús, se da algo interesante. Para los judíos la conversión era regresar al pasado: «Me he apartado de la Ley de Dios, debo regresar al pasado, redescubrirla y devolverme a mi vida». Para nosotros los cristianos, seguidores de Jesucristo, la conversión no es devolverse al pasado, sino más bien, dar un paso hacia adelante, es dar un paso hacia Jesús. Y la conversión es caminar e ir alcanzando la perfección y seguimiento de Jesús. De tal manera que la conversión no es un acto negativo, sino un acto positivo. Tampoco la conversión es estática, de un solo acto, sino que es algo sumamente dinámico: es un camino de perfección constante en el Señor. No es un acto pasado (ya me convertí, ya pasé de católico a otra denominación, conocí a Jesucristo y se acabó la conversión) La conversión es un presente continuo, constante, dinámico, siguiendo a Jesús cada día. Cada día soy llamado a ser mejor, a buscar y encontrar el camino de Jesús,
Ahora, imaginemos que tengo un negocio. Y que en ese negocio me va mal, y cada vez peor. Y yo puse todas mis esperanzas de ser feliz o de tener ganancias en mi negocio, pero todo va mal. Y por esas casualidades de la vida, me encuentro al Rey de los Negocios, digamos Bil Gates, y entonces le pregunto « ¿Por qué usted es tan exitoso en su negocios y yo hago de todo en mi emprendimiento hago de todo y me va mal?»
Y él, con su experiencia, revisa mi negocio, y me dice: «Mire, es que usted está mal desde el principio».
¿Qué debería hacer yo? Lo primero es preguntarle qué debo hacer para ser exitoso en mi trabajo. y corregir gracias a sus consejos. La conversión es esa reflexión donde yo, atiendo la Palabra de Dios que puede decir las cosas que debería cambiar, porque el camino que estoy siguiendo no es el correcto.
Por eso en nuestra vida las cosas no andan bien, porque no llevamos el camino correcto, en la familia, en la vida personal. La conversión es preguntarme qué me dice Dios en este instante de mi vida y hacia dónde tengo que caminar.
Por supuesto que la conversión significa la escucha de Dios, de su llamado. Y el Evangelio de hoy nos narra el llamado a los primeros cuatro discípulos. Primero a Simón y Andrés que están pescando, y dejan las redes cuando Jesús les dice «Síganme y los haré pescadores de hombres».
Pero ojo con lo pescamos. Yo siempre digo que uno puede pescar para el mal o pescar para Dios. Si yo estoy en el trabajo y un compañero me cuenta un problema, yo le puedo decir «Mirá, venite conmigo, que tengo una salida y nos vamos a la playa», y si me descuido, lo voy a inducir al pecado. O puedo ayudarle a reflexionar sobre su camino, porque tal vez necesita el consejo «Cuidado, tenés una familia que puedes rescatar» Ahí, estoy pescando para Dios. Cada uno de nosotros puede ser pescador de hombres, como Simón y Andrés.
Los otros dos discípulos también dejaron todo. Dice San Jerónimo: «Si no hubiera algo divino en el rostro del Salvador, hubieran actuado de modo irracional al seguir a alguien de quien nada habían visto. ¿Deja alguien a su padre y se va tras uno en quien no ve nada distinto de lo que puede ver en su padre?» Ojalá que nosotros también, por medio de la Palabra de Dios, nosotros también nos impactemos con el rostro del Salvador, nos sorprendamos y seamos capaces de dejara nuestras redes, nuestras barcas, y hasta nuestros padres del mundo, por el seguimiento de Jesús. A veces pienso que tengo confort y estabilidad en cosas que no son las correctas. Como aquel que tiene dependencia y no deja una mala relación porque piensa que ya no va a ser feliz. Y quizás, solo cuando se atreve a dejarlo todo, y se encuentra con una vida nueva, podrá ser feliz.
Entonces hermanos, hoy el Señor nos llama a la conversión, al cambio constante y dinámico. Nos llama y nos dice «Sígueme» y mirando a Jesús, podemos decir «este es el Camino».
Hoy el Jesús nos dice que para seguirlo hay que dejar cosas que nos mantienen apegados al mundo, y no son obra de su Padre. El Señor y su Salvación sí.
Así sea.