Miércoles 14 de Febrero 2024
Miércoles de Ceniza
Lectura de la profecía de Joel (2,12-18):
Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18)
Mis queridos hermanos y hermanas:
Decíamos al principio que Dios nos da la «oportunidad» de vivir una Cuaresma. Es «una» oportunidad de ponernos frente a Dios. Y tratar de escuchar lo que Dios dice. Siempre es bueno sacar un tiempo para escuchar.
Este tiempo especial de escucha de Dios, yo siempre lo he mirado como un Retiro Espiritual, y así me gusta hacérselo ver a la comunidad: un retiro espiritual que inicia hoy, miércoles de Ceniza. Por eso nos reunimos hoy en toda la parroquia. Hoy hemos tenido varias experiencias de reunirnos en torno a la Eucaristía, en todas nuestras capillas, todas, gracias a Dios, con muchísima asistencia. Iniciamos este retiro espiritual... este alto en el camino, para interpretar cómo está caminando nuestra vida espiritual, hacia dónde vamos, cómo vamos, cómo estamos respondiendo a Dios.
Para esta tarea, por supuesto, debemos partir de la palabra de Dios. Y ya nos encontramos en el profeta Joel, un llamado a la conversión: Judá está pasando un momento de dificultad, de desgracia, de plagas. Son tiempos muy difíciles y el profeta atribuye esos momentos al pueblo que se ha separado de Dios, que ha dejado de escuchar a Dios. Estas palabras del profeta, resuenan tal actuales hoy. En las últimas noticias he escuchado varios comentarios de que Costa Rica, nuestra Suiza Centroamericana, nuestro oasis de paz, se nos está convirtiendo en un «Narco-estado». Un lugar de anarquía, sin leyes, donde manda el más fuerte, donde manda la violencia, donde manda la muerte ante la vida. Y eso nos afecta a todos. Y uno se pregunta ¿ por qué pasa esto? . Como el profeta Joel podemos decir que nos hemos apartado de Dios. Creímos que el conocimiento estaba por encima de la fe, que la sabiduría es una palabra inventada, que lo que cuenta es el conocimiento. «Ustedes con su fe y nosotros arreglamos el mundo político, económico y social desde nuestro conocimiento, desde nuestra leyes». Y eso no es cierto. No estoy diciendo que el conocimiento no sea importante. Como diría Benedicto XVI, el conocimiento se complementa con la fe, pero cada vez que nosotros nos dejamos guiar únicamente por el conocimiento, por sí solo y puro, la experiencia nos ha demostrado que nos equivocamos. Olvidamos la fe, y le proclamamos al mundo entero que la fe nos importante, que es de piadosos, es una religiosidad de «algunos» y que así no se arreglan las cosas. Pero saben qué, así es como se están desarreglando las cosas: se perdió toda clase de valores, hasta las «faltas de cortesía». ¿Qué podemos esperar?
Ante esta situación el profeta nos hace un llamado de conversión también a nosotros: ¿Qué clase de país queremos? ¿qué clase de comunidad esperamos? ¿qué clase de familia queremos? ¿qué clase de personas queremos ser delante de Dios? En otras palabras, como cristiano, ¿cómo le estoy respondiendo a Dios?
Y por eso el Señor nos llama a este retiro espiritual, a la Cuaresma. Y nos propone un «andamiaje», tres cosas que son fundamentales: La limosna: que tiene que ver con la caridad y la solidaridad con el hermano, con el otro, la oración y el l ayuno
Entonces la pregunta es para qué quiero este retiro espiritual, en qué quiero convertirme. ¿Qué significa conversión? A veces nosotros creemos que no tengo nada de qué convertirnos. «Yo no tengo nada de qué confesarme», decimos. Pero muchas veces hermanos no me tengo que confesar de lo malo que no he hecho, sino de lo bueno que no he hecho. Quizá mi conversión de sobre las muchas cosas buenas que no hago.
Les decía un domingo de estos que la conversión no es un único acto en la vida del ser humano. No significa que por haber hecho un retiro espiritual ya me convertí, que me fui para tal religión, y ya me convertí, que estoy en el grupo tal, y ya me convertí. Esto no es cierto, no es correcto que un cristiano diga «ya me convertí» en tiempo pasado. Lo correcto es decir «inicié un camino de conversión». Quiero hacer esta cuaresma para iniciar un camino de conversión, un camino en búsqueda de la santidad. Una santidad que todavía no he alcanzado. Es que yo no soy santo todavía, y mientras no lo sea, estoy en el camino de la conversión, en el camino de la perfección. Yo no soy perfecto, y mientras no lo sea, yo debo buscar a Dios.
¿Convertirme de qué y para qué?
Sobre la limosna, la caridad, la solidaridad: Yo puedo estar muy contento y agradecido porque todo lo tengo. Pero no, hermanos, mientras haya un pobre por ahí, mientras haya una persona que no tenga qué comer, mientras haya un niño que se va a la escuela sin comer nada, mientras haya un adulto mayor tirado en la calle, con frío y con hambre, yo no puedo estar contento. Como cristiano no puedo estar en paz. Entonces sí hay mucho de lo que debo convertirme todavía, porque me falta todavía mucho amor. Y a veces no solo es una cuestión material. A veces abandonamos en soledad a nuestros viejitos en nuestra propia casa. Ni les hablamos, ni les dejamos que nos hablen, porque nos cansa que nos cuenten la misma historia. Nos falta la caridad entre nosotros mismos, entre los compañeros de trabajo, en la misma Iglesia, entre los grupos. A veces ni nos hablamos. A veces nos sentamos en una silla para compartir la Eucaristía, el mandamiento del amor, y volvemos a ver y pensamos «qué pereza, se me sentó a la par»
Y digo que ya me convertí porque estoy en un grupo. Por eso cada año hay cuaresma, porque cada año necesitamos conversión.
Sobre la oración y nuestra relación con Dios: ¿Cómo está mi oración? ¿Es cierto que ya me convertí? ¡Convertido!, no soy capaz ni de orar. Es más, no soy capaz de venir el domingo a la Eucaristía, ante cualquier otra situación que se me presente del mundo. Y nosotros sabemos que un cristiano sin oración es un cristiano que retrocede. Un católico sin sacramentos, es un cristiano que retrocede. Yo hice una oración, un retiro, y ¿creo que me basta?, que ya no debo orar más? ¡No! ¡Tengo que mirar a Jesús cada día! Sabemos que entre más oramos, más nos damos cuenta de la necesidad de la oración. Por eso en esta cuaresma debemos preguntarnos ¿Cómo está mi relación con Dios en la oración? A mí eso me debería preocupar mucho, a mí personalmente. ¿Cómo está la oración en mi familia? ¿Cómo está mi Eucaristía del domingo? ¿Cómo está mi vivencia de los sacramentos? ¿Cómo está mi encuentro con la Palabra de Dios? Escucharla, leerla, pero sobre todo ¿cómo está mi reflexión sobre ella?
Sobre el ayuno y nuestra madurez como personas: El Señor nos presenta el ayuno como una práctica muy hermosa de la Iglesia que nos ayuda a comprender que no sólo de las cosas del mundo vivimos. Que no crecemos con la puerta abierta a todos los placeres, a todos los caprichos, a todos los impulsos. ¡No!
Cuando yo estaba aprendiendo a manejar, la persona que me enseñaba, me decía « Nunca permita que el carro lo controle a usted, más bien, usted tiene que controlar el carro». Lo mismo diríamos hoy: No debo permitir que las cosas me controlen, yo tengo que controlarlas. ¿Cómo estoy en mi autocontrol de las cosas? Por eso ayuno, para darme cuenta de que hay cosas que tengo que aprender a refrenar, ¡y no solamente comida!. Yo no puedo dejarme llevar por los impulsos. ¿O acaso me estará controlando a mí el teléfono? ¿O me estará controlando la pornografía? ¿O me están controlando los vicios? ¿O me estarán controlando las prácticas sexuales inadecuadas?
Todas estas preguntas nos las debemos contestar, cada uno en su interior. Para esos estamos aquí. Así hacemos la cuaresma. Así cada una va haciendo su reflexión.
Hoy, hermanos y hermanas, iniciamos este «retiro espiritual» que es la cuaresma. Cada domingo tendremos reflexiones importantes. Ya deberíamos estar deseando que sea el domingo, para escuchar qué nos va a decir el Señor. Y me doy cuenta de que si el Señor me dice todas estas cosas, es porque el Señor me ama, me da una nueva oportunidad para recobrar mi vida hacia Él. Para hacer un camino de conversión hacia Él.
Es una oportunidad que Él me da, y ante esa oportunidad, debo pensar ¿Cómo le estoy respondiendo a Dios?. Esta es una tarea personal.
Iniciamos esta cuaresma con la práctica de la imposición de la ceniza. Es un signo de sencillez y de humildad. Un signo que nos recuerda que el Señor dijo «Polvo eres y en polvo te convertirás». Somos tan débiles». Lo que somos, lo somos por el Señor. Por eso al imponernos la ceniza, yo puedo decir «Señor, humilde como debo ser, me pongo siempre en tus manos, con mucha humildad y sencillez»
«Conviérte y cree en el Evangelio» Señor, tú eres la respuesta y por eso me impongo las cenizas, como signo de que estamos en una actitud de responder a Dios y de refrenar nuestra vida. No necesitamos pegar cuatro gritos diciendo que todos son pecadores. Cada uno, en el corazón, sabe que tiene la oportunidad de responderle a Dios. Una oportunidad, porque no sabemos si tendremos otra cuaresma. Pero tenemos ésta, para responderle a Dios. Ojalá que no solo hayamos venido para que me «pusieran la ceniza», sino para decir: Yo me siento con la necesidad de responderle a Dios, que me ama, para ser mejor.
Pbro. Fernando Henández Barboza