19 FEB 2024

Primer Domingo de Cuaresma, 2024

I Domingo de Cuaresma

18 de Febrero del 2024

Pbro. Fernando Hernández Barboza


Jesús es tentado en el desierto (Mc 1,12-15)


Mis queridos hermanos y hermanas:


El miércoles pasado iniciamos la cuaresma con la imposición de la ceniza. Y entramos en esta especie de «retiro espiritual», para hacer un alto en el camino, una reflexión sobre nuestra vida, desde la perspectiva de Dios: ¿cómo está mi fe? y ¿hacia dónde va mi fe?. Y el Señor, en todas las Cuaresmas nos pone frente a estas tres realidades:

Mi relación con Dios, desde la oración.

La caridad con mis hermanos, la limosna

El ayuno, entendido como la madurez personal y nuestra capacidad de que mi voluntad sea la voluntad de Dios: «Hágase Señor tu Voluntad», pedidos en el Padrenuestro de San Mateo.

Cada domingo nos vamos a encontrar con un mensaje especial para este retiro espiritual: Cada domingo voy a encontrarme con un mensaje, y desde ya estoy deseando, sin saber el de hoy, qué será lo que el Señor me va a decir el domingo entrante, en mi camino personal de Cuaresma.


Hoy el Señor nos recuerda algo que es importantísimo: somos seres humanos, y los seres humanos tenemos debilidades. No somos superdotados. Y en esas debilidades que tenemos, tenemos tentaciones y caemos en el pecado. Y si la cuaresma es un llamado a la conversión, Jesús mismo lo dice en el Evangelio, que Él empieza a predicar la conversión: «Conviértanse y crean en el Evangelio». Es decir asumir una nueva perspectiva de la vida. Pero cuál es el camino para asumir esa nueva vida: la conversión. Ir cambiando hacia Dios, cada día. Caminando hacia Dios. Y creer en el Evangelio, en la Palabra que es de Dios.


Antes de esto, la lectura del libro del Génesis, nos recuerda algo muy importante: como el Señor, hace con Noé una alianza, después de pasar cuarenta días en el diluvio. Y en esa Alianza, le manda a Noé, realizar un nuevo comienzo de la humanidad. «Y yo no volveré a castigar o a destruir la humanidad por completo», dice el Señor. Y por señal nos pone el arco iris. Como detalle bonito, los arcos para representar las batallas, las guerras y la destrucción. Pero el Señor usa el arco iris, como símbolo de paz, que ya no habrá más destrucción.


Este tiempo, para un nuevo comienzo, nos recuerda también el tiempo de Jesús en el desierto , que lo menciona hoy Marcos en el Evangelio.

Una preparación para un nuevo comienzo, una nueva alianza. Aquí Jesús asume la humanidad de cada uno de nosotros. Allí en el desierto, Jesús asume nuestra humanidad. Y humano como es Jesús también, asume nuestra condición débil, y es tentado por el demonio. Jesús es tentado por el demonio. Igual que nosotros. Y Jesús vence la tentación. Entonces nosotros podríamos decir «pero Jesús es Dios, y una cosa es Jesús venciendo la tentación, luchando contra el demonio, y otra soy yo, que soy tan pecador»


Es aquí donde el Señor nos enseña que nuestra humanidad también puede vencer la tentación. Es aquí donde está el gran mensaje del Evangelio.

Jesús nos enseña cómo vencer las tentaciones. Y nos dice que para vencer la tentación, debemos tener la fuerza de Dios, la fuerza del Padre. Así fue Él lo hizo y así es como nosotros debemos hacerlo: con la fuerza de Dios. Esto nos recuerda que nosotros no debemos ser soberbios ni orgullosos, pensando que nosotros podemos vencer nuestras propias debilidades. Sin la fuerza de Dios no es posible. Quien es soberbio es como aquel que dice «yo no soy alcohólico, yo dejo de tomar cuando yo quiera» Y ahí le vemos con treinta años de tomar y no ha podido. O como aquel que dice «yo uso la marihuana, pero solo como un hobbie, pero yo la dejo cuando yo quiera». Así, a lo mejor, empezó el que tristemente pide en un semáforo para comprar más droga más fuerte, y ya con su vida deshecha.


Por eso debemos ser muy cuidadosos con nuestras tentaciones. Decimos «Yo dejo a aquella persona con la que estoy saliendo, cuando yo quiero, no me voy a cumplicar» Y a lo mejor, tu vida está ya más complicada de lo que piensas. Porque la tentación es (perdonen la expresión) como la cascarita de banano en la que podemos caer: en cualquier momento caigo y en un segundo yo puedo perder una vida entera. Y por eso debo pedirle a Dios, cada día, la fuerza para tener la madurez de vencer la tentación.


Pues la tentación que no se vence, es aquella que destruye a la persona, que destruye la familia, y destruye a una comunidad. Y yo podría ser parte de eso.. No seamos soberbios. ¿Acaso no puedo pedir yo , como padre o madre de familia «Señor, libra de la tentación a mis hijos? pues entonces líbrame de la tentación a mí, porque todos estamos expuestos a las tentaciones, de todas las formas posibles. Esta es nuestra propia humanidad. Y todos lo sabemos. Habrá tentaciones de la carne, que estamos atados a las cosas, la pornografía, o no puedo dejar una relación inadecuada, o un vicio. Hay tentaciones del cuerpo, del espíritu y hasta emocionales. La tentación de coger cosas que no son mías, mañana lo dejo... y mañana no pude. La tentación de la venganza, que está convirtiendo a nuestros muchachos en sicarios. Entonces debemos tener cuidado. A mí me gusta la playa, pero no me gusta meterme mucho al mar, porque le tengo respeto. Ya no soy el hombre que era antes, para nadar trescientos metros. O si me tiro en la poza del río yo no tengo la certeza de que voy a salir de allí. De la misma manera con el mar y las pozas , debemos pedirle a Dios que nos dé la fuerza, y la madurez necesaria para no meternos en mares o pozas espirituales de las que no pueda yo salir, porque en un momento uno puede echar a perder muchas cosas. 


A veces inclusive tenemos tentaciones hasta de fe: ya no creo o me estoy dejando llenar el oído por el compañero o compañera de trabajo, que me dice que Dios no existe. Y entonces me pongo a dudar. O la tentación de los escrúpulos: creer que no estoy cayendo bien en la Iglesia, o que el Padre me regañó, o no me hicieron buena cara en el grupo. Y tengo la tentación de irme y  dejarlo todo tirado.


Pero esto nos pasa a todos. 


Entonces hoy tenemos una oportunidad de decirle al Señor: «Señor, permíteme reconocer que necesito tu fuerza, y que en este tiempo de cuaresma, en este camino de conversión». Soy humano y a partir de que yo entienda que soy humano, debo comprender que hay cosas que no las puedo hacer por mí mismo. Debo recurrir a Tí, Padre. Debo sacar el tiempo para estar contigo. Y que Tú me des la fuerza necesaria cuando sienta la tentación de abandonar a mi familia, de hacer cosas indebidas, de tomar decisiones que a lo mejor no son tu voluntad. Entonces dame la fuerza para resistir la tentación.


Quizá entonces, reconociendo mi fragilidad, podamos escuchar las palabras del Señor., «Conviértete y cree en el Evangelio»


Deja que el Señor oriente tus decisiones y tu vida, con sana conciencia. Decía la lectura del Apóstol San Pedro, «viviendo tu Bautismo» , aquel que nos ha incorporado, y nos ha hecho hijos del Padre. 


Que Dios nos ayude para que la cascarita de banano no nos tome descuidados, a ninguno de nosotros


Así sea

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