19 ENE 2024

Zaqueo el publicano

Padre Fernando Hernández


Comentario a San Lucas 19,1-10

Mis queridos hermanos y hermanas:

Como la Hora Santa  es un momento para orar más que para dar una clase, a mí me gustaría que exploremos hoy cómo podemos hacer el camino de Zaqueo.

«Jesús entró en Jericó y atravesó la ciudad»

Aquí ya hay un primer dato interesante. Primero déjenme contarles algo. Hoy andaba de compras. Debía comprar la comida de la casa cural. Yo voy a varios lugares a pedir rebaja, a pedir descuento. Así terminé hoy en una carnicería del mercado. Después de la compra, el señor carnicero,muy amable, le pidió a uno de sus colaboradores que me  ayudara a llevar las cosas al parqueo. Llegamos al parqueo y el joven  me dijo: ¿Padre cuándo vuelve usted por aquí, es que a mí me gustaría confesarme?. Y yo le dije, «luego es tarde, venga» y lo metí en uno de los campillos vacíos del parqueo. Y ahí lo confesé así, sin sotana, sin estola y sin nada. No hacía falta. 

Es cuestión de salir por la ciudad, y siempre aparece alguien que necesita. Es cuestión de salir a caminar… y si eres un buen cristiano, alguien te pide un consejo… Es cuestión de salir en el bus, en lugar de ir haciendo comentarios raros puedes ir rezando el rosario… y alguien cae en cuenta: «sos una persona de Dios»

El testimonio en la calle vale mucho. Cuenta que San Francisco le dijo a sus discípulos «Vamos a evangelizar». Recorrieron el pueblo, dieron comida a los pobres, limpiaron leprosos, ayudaron a los campesinos a sus tareas y regresaron al monasterio en silencio. Un discípulo le preguntó: «¿No era que íbamos a evangelizar?» Y él respondió: «Ya evangelizamos con nuestro testimonio»

¡Imagínense a Jesús, metido en la sacristía, todos los día de su vida!. No hubiera curado a los enfermos, no hubiera encontrado la gente en las plazas públicas.  Nada más hubiera estado llevando cuentas: ¿Cuánto entró por los corderitos de hoy?.

Entonces: el testimonio se da «en salida».  La Iglesia debe ser una Iglesia «en salida».  Como Cristo, también nosotros. Recorriendo la ciudad, Cristo se encontró a un hombre, llamado Zaqueo. Así nosotros nos encontramos con más de un Zaqueo en la calle. 

Este Zaqueo era un recaudador de impuestos, y dice Lucas, que era muy rico.  Y tuvo un encuentro con el Señor.  Pero para la comunidad judía este personaje era considerado un pecador, posiblemente por sus ganancias mal habidas.  Pero a pesar de todo, no es rechazado por la mirada misericordiosa de Jesús.  Los ojos misericordiosos de Jesús no dijeron «Ahí hay un hombre pecador, un hombre rico».  Simple y sencillamente allí había un hombre que se iba a encontrar con Jesús y con él, llegaba la salvación.

El hombre intentaba ver quién es Jesús.  ¿Cuántos de nosotros estamos intentando ver quién es Jesús?. Cuántos jóvenes intentarán ver quién es Jesús. Y no lo pueden ver.  No les alcanza para verlo, para conocerlo, para entenderlo, para comprenderlo. Porque hay limitaciones.  Zaqueo las tenía:  bajo de estatura, y la gente le tapaba.  Como cuando uno va al cine o al estadio, y uno no puede ver, porque es chiquitillo. 

Zaqueo no se quedó en sus limitaciones, se adelantó de una carrera,  y subió a un árbol para verlo, pues Jesús iba a pasar por allí.

 Aquí hay dos cosas importantes:  Primero, ¿cuántas limitaciones o impedimentos  tenemos nosotros para ver a Jesús?.  Impedimentos externos (distracciones, no tenemos tiempo para la oración, para la misa, para una reunión, para meditar, porque hay muchas distracciones que nos impiden ver a Jesús).  Y también tenemos las limitaciones internas:  a veces nuestra fe es muy baja de estatura, nuestra capacidad de oración es pequeña, poca perseverancia

Zaqueo nos dijo que no todo está perdido.  «Sí se puede»

El se dice:  Yo tengo que hacer algo, sino, me pierdo a Jesús.  Así también nosotros debemos hacer algo, porque se me puede pasar Jesús, y puedo perder mi fe. ¡Tengo que hacer algo, porque yo a como voy, no voy bien!.  Como Zaqueo, ¡tengo que hacer algo!

Y Zaqueo tuvo que subirse a un árbol.  Tuvo que hacer un esfuerzo.  Porque sabía que Jesús iba a pasar por allí.  Si sabemos que Jesús va a pasar por un lugar... yo debería decirme: ¡yo debo estar ahí! 

Otra anotación: cuando estaba en el árbol, no fue Zaqueo el que vio a Jesús.  Fue Jesús, el que vio a Zaqueo. Es Jesús quien sale al encuentro del hombre y lo mira:  mira sus limitaciones y sus esfuerzos para vencerlas, y Jesús toma la iniciativa:  «Zaqueo baja de ahí»  porque voy a entrar a tu vida, a tu casa, en tu familia.  Eso es algo hermoso:  Dejar que el Señor entre en nuestra casa, en nuestra vida, en nuestra familia.  Y Zaqueo lo recibió.

Y como siempre había murmuraciones, porque Jesús se hospeda donde un pecador.  Gracias a este acto de Jesús, tenemos la esperanza de que Jesús se va a hospedar en mi casa.  Porque si Jesús, sólo se hubiera hospedado donde los santos y ricos, cuál sería nuestra esperanza. Él entra en la casa de quienes lo necesitan, de los pecadores, para cambiar la vida del ser humano.  

Y Zaqueo entonces vió las cosas de manera distinta... Porque aquel que tiene un encuentro con Jesús mira las cosas de manera diferente. Si antes creía que mi felicidad estaba en la cantina, ahora veo que mi felicidad está en mi familia. Esa manera de ver la vida distinta le hace devolver a aquellos que les ha robado.  

Y recordemos que no solo se roban las cosas materiales:   A mi familia le he quitado el tiempo, a los vecinos, a mi papá o mi mamá les he quitado la paz con mi comportamiento... La mirada de Jesús  nos lanza al compromiso de devolver cuatro veces la paz a quienes se las hemos quitado. 

Y entonces Jesús hace una declaración «Hoy ha llegado la salvación a esta casa»,  De manera que por más perdido que esté yo, el Señor me puede salvar.   Por más perdida que esté mi familia, el Señor la puede salvar.  Por más perdida que esté la esperanza, el Señor te la puede devolver.  Porque el Señor viene por lo que está perdido. A veces decimos muy fácilmente:  «todo está perdido».   Pero en  el Señor, NADA  está perdido.

Y atención a lo que dejamos entrar a nuestra casa.  Depende de lo que dejemos entrar, eso tendré:  Si dejo entrar violencia, tendré violencia.  Si dejo entrar vicios, tendré desgracias.  Si dejo entrar un arma, a lo mejor tengo una desgracia, un accidente,  una muerte.


Al contrario, si dejo entrar a Jesús, tengo toda la  bendición.

Dejemos entrar a Jesús a nuestra casa, a pesar de  nuestras limitaciones, de nuestros fracasos, de nuestros errores, incluso nuestros pecados.  

Ya estando con Jesús, ustedes y yo, podemos hacer nuestra oración por todas nuestras necesidades


Así sea.


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